Se llevó a cabo en el Colegio de San Luis el conversatorio: Memorias compartidas a cargo del Dr. Tomás Calvillo profesor-Investigador del Programa de Estudios Políticos e Internacionales, quien invitó a Javier Sicilia -activista, poeta y teólogo- con el fin de reflexionar sobre los diferentes procesos que el ser humano realiza a fin de conocerse a sí mismo y a su entorno.

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Esta actividad formó parte del curso “Hacia una cultura de la interioridad ” que se imparte dentro del Doctorado en Ciencias Sociales, del COLSAN. Tomás Calvillo, al inicio del conversatorio delimitó el tema al señalar que “vivimos hoy un parto civilizatorio que nos está adentrando en una nueva era humana permeada de una cultura centrada en el avance de la ciencia y la tecnología y sobre todo la velocidad”.

Consideró que hoy las Ciencias Sociales tratan de explicar estos fenómenos colmados de celeridad y violencia; pero existe también otra visión que desde el conocimiento y técnicas espirituales, reflexionan “de manera milenaria” estos acontecimientos; “en los cuales el laboratorio es la propia mente, es decir, la observación continua de la interioridad, desde esa perspectiva se busca, la interpreta el tiempo y el espacio”.

En su intervención Javier Sicilia apuntó que coexisten en la sociedad moderna una serie de contenidos religiosos, entre ellos el cristianismo, que ha jugado un papel preponderante en la conformación de la sociedad occidental; puso como ejemplo la biblia y su concepción de la creación, con el pecado original, que no tiene nada que ver con la sexualidad asentó.

Agregó que el árbol, de que se habla en el génesis, no tiene que ver con la manzana como fruto erótico, sino del árbol del conocimiento, de la ciencia del bien y del mal; es ahí donde se abre un parteaguas civilizatorio, una hecatombe del paradigma del mundo; que va a llevar al ordenamiento de la vida en la búsqueda de un paraíso.

El hecho de comer el fruto “prohibido “ , dijo, adquiere un gran simbolismo para la interpretación del cimiento de la sociedad occidental, ya que implica un acto violento de tomar algo para beneficio de nosotros, en el cual se compromete la posibilidad de la existencia en función del otro y nos marca, este acto, como una violencia constante para sobrevivir.

Puntualizó que el árbol de la vida es considerado como un conocimiento de contemplación que es reducido a un conocimiento para uso y provecho personal, en contra de lo que sea; deja de tener un carácter ético para convertirse en un acto egoísta; que implica aprovechar la oportunidad y la velocidad en la lógica de la maquinaria.

Desde esta visión cristiana, consideró el ponente, el ser humano queda   atrapado en función   de esa lógica y en está curva del tiempo llega a algo terrible: el apocalipsis de este milenio, generándose una búsqueda, por todos los medios y conocimientos del rescate de la humanidad.