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Por: Mauricio Guzmán.

No fue una autora prolífica, Dar de comer a los dioses (2007), su único libro, sin embargo, deja una huella indeleble dentro de la literatura especializada sobre la cultura wixárika (huichola). En este caso sus coordenadas, un tanto distantes de las preocupaciones etnológicas, revisten importancia a la luz de la reflexión sobre la vida cotidiana, las controversias y estrategias que hacen de la reproducción cultural un asunto en constante negociación hacia dentro y hacia fuera de los límites comunitarios.

En sus otros textos publicados en revistas, ponencias y memorias de congresos encontramos la insistencia en varios temas asociados al desarrollo. Básicamente cuestiones relacionadas al proceso salud enfermedad, como lo son: el cáncer cérvico uterino, el papel de los promotores sociales de salud, la interacción entre médico tradicionales y los especialistas biomédicos y de manera enfática, en los últimos años, el envejecimiento como un problema de política pública.

La formación de su pensamiento se vincula primeramente a la obra de Marx, esto ha sido confirmado por su paso juvenil en grupos alentados por el trabajo misional de la teología de la liberación en Guadalajara en la década de 1980. Pero como médica interesada en la resolución de problemas prácticos el mayor influjo de sus escritos viene a partir de la perspectiva orientada del actor que aprende durante su formación como estudiante de maestría, primero, y luego de doctorado en la Universidad de Wageningen, bajo tutela directa del Dr. Norman Long. Testimonio de ello es su trabajo como traductora de Sociología del Desarrollo, la versión castellana mejor lograda de la obra de este antropólogo inglés radicado en Holanda, coeditada por el Colsan y el Ciesas en el 2007, edición actualmente agotada.

Nos consta y sus publicaciones no van a desmentirnos, que Horacia Fajardo fue una lectora atenta de la obra de Merleau-Ponty, de Michael Foucault y que entre sus autores preferidos dedicados a la antropología médica se encontraba Thomas Csordas. Podemos, entonces hacer referencia a ciertas claves de su formación intelectual: era una pragmática idealista, que incentivaba entre sus alumnos la buena observación-descripción como primer antídoto para combatir el teoricismo, es decir, el exceso, la especulación teórica sin bases empíricas sólidas. Memorable sus escritos que aluden los temas de la interculturalidad en la práctica médica; la conversión religiosa en el caso de los huicholes evangelistas (Fajardo, 2014) y su análisis sobre el caso de los niños lobo en el albergue comunitario de una comunidad wixárika (Fajardo, 2010). En el tono de lo que pudo haber sido, nos quedamos en la espera de un segundo libro que recogiera su experiencia y trabajo sensible y empático con especialistas rituales de la huasteca potosina. Esperamos que en un momento se puedan recuperar sus apuntes para un publicación póstuma; por lo pronto esperamos la próxima aparición del libro “Forcejeos y resistencias: aportaciones sobre antropología médica y e cuerpo en las investigaciones de posgrado”, obra que coordinó con su ex alumna Mónica Luna Blanco y que se será coeditada por el Colsan y el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA).